jueves, 26 de junio de 2014

MOVADEF, fachada de Sendero Luminoso (Parte 1)*

*Este artículo fue publicado a través del portal web mexicano REVOLUCIÓN TRES PUNTO CERO, para la cual actualmente soy colaborador...


Alejandro Alminco Ayala / @Nobelalmerth
Entre las décadas de 1980 y 1990 Perú vivió años de pánico ocasionados por Sendero Luminoso, grupo terrorista que con una supuesta lucha contra el sistema y en busca del socialismo, ejecutó y desapareció a miles de personas, mientras se asociaba con organizaciones delictivas  de México y Colombia para financiar sus operaciones, a través de la venta de hoja de coca y pasta base de cocaína; en tan desolador escenario nació y se desarrolló Alejandro Alminco Ayala, quien fue un testimonio fiel de los estragos (desde su niñez) causados por el narcotráfico, el terrorismo y el autoritarismo de las fuerzas armadas. En esta primera entrega a Revista Hashtag, Alminco Ayala -quien hoy ejerce como periodista en Perú- explica el contexto sobre la facción político-subversiva MOVADEF surgida en noviembre de 2009

Lima, Perú.- Era la madrugada del 17 de mayo de 1980 cuando un grupo de encapuchados ingresó a la oficina del Registro Electoral y quemó once ánforas electorales en la localidad de Chuschi, departamento de Ayacucho, Perú; esto fue en vísperas de las elecciones nacionales para elegir a un nuevo presidente de la república. Ahí fue el punto de inicio de la acción armada y violenta del grupo terrorista que inicialmente se autoproclamó como Partido Comunista del Perú – Por el Luminoso Sendero de Mariátegui, cuyo líder era el profesor universitario Abimael Guzmán Reynoso, a quien denominaban Presidente Gonzalo. Esta organización posteriormente fue denominada Partido Comunista del Perú – Sendero Luminoso (PCP-SL).

Con base en los cálculos realizados por la Comisión de la Verdad y Reconciliación, se estima que la cifra total de víctimas fatales provocadas por el PCP-SL asciende a 31 mil 331 personas, muertes causadas en su afán de implantar la ideología marxista-leninista-maoísta así como el Pensamiento Gonzalo. A partir de ese momento se inició una lucha armada en contra de las fuerzas policiales, jueces, alcaldes, gobernadores y todo orden burocrático. Pero no sólo los mencionados perdieron la vida durante los 20 años de violencia que el Perú vivió, sino que, durante la agudización de la crisis extrema, se produjo la ofensiva subversiva y la contraofensiva estatal, donde perdieron la vida muchos campesinos de las zonas rurales, periodistas, docentes, alumnos universitarios y líderes políticos; quienes fueron asesinados y desaparecidos por oponerse al surgimiento de esta organización.
El declive de la acción terrorista se da luego de la captura de su máximo líder de la organización subversiva PCP-SL, Abimael Guzmán Reynoso, el 12 de septiembre de 1992, quien luego fue sentenciado a cadena perpetua. Anterior a esta captura, también habían sido aprehendidos y sentenciados a penas máximas de 25 años de prisión otros cabecillas que lideraban las filas terroristas. A pesar de ello, la violencia que el Perú soportó, tuvo su final en el año 2000, con la caída del ex presidente Alberto Fujimori Fujimori, y que años después también fue sentenciado a 25 años de prisión por violación a los derechos humanos durante la lucha contra Sendero Luminoso.
El surgimiento del MOVADEF
Según los 10 tomos –consultados por este reportero– que tiene el informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, cuya información contiene testimonios de personas que han sido víctimas de este acontecimiento que marcó la historia del Perú, se pudo conocer a profundidad cuan cruenta e inhumana fueron las acciones armadas de Sendero Luminoso y de la Fuerzas Armadas, que en su afán de combatirlos, han cometido delitos en contra de los derechos de las personas que nada tenían que ver con esta lucha.
Y lejos de este informe y de la descripción del nivel de violencia, aún los fantasmas de este grupo terrorista rondan e intentan truncar a la joven democracia que gobierna al Perú. Ahora ya no con el nombre de Partido Comunista del Perú – Sendero Luminoso, sino como Movimiento por Amnistía y Derechos Fundamentales (MOVADEF), fundado el 20 de noviembre del 2009, bajo el principio del marxismo-leninismo-maoísmo-Pensamiento Gonzalo, cuyo planteamiento es la amnistía general para los miembros de SL, entre ellos su líder máximo, Abimael Guzmán. Cabe resaltar, este grupo intentó inscribirse sigilosamente durante 2011 como partido político ante el Jurado Nacional de Elecciones (JNE), máximo organismo a cargo de la inscripción de los partidos políticos que desean participar en la vida democrática del Perú. Las alarmas no se hubieran encendido si este movimiento no considerara el Pensamiento Gonzalo como idea y fundamento ideológico de esta agrupación. Y lo que más llamó la atención fue que los principales promotores estaban detrás de la inscripción del MOVADEF. Son personas que alguna vez habían sido sentenciados por terrorismo y que luego de cumplir la sentencia iniciaron con el adoctrinamiento de jóvenes que no sobrepasaban los 24 años; asimismo, éstos no vivieron las épocas difíciles que el Perú tuvo que pasar en los años 80 y 90, periodos de terror que vivió el autor de este texto.
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El Pensamiento Gonzalo representa a una de las facciones más viles de la historia peruana, que los grupos subversivos de ese entonces intentaron implantar en el Perú, a su paso dejaron miles de muertes de la cual el Perú aún no logra superarse. El mismo Abimael Guzmán Reynoso (Presidente Gonzalo), dijo en el año de 1988 durante una entrevista a un medio escrito de ese entonces llamado El Diario, que: “En síntesis, el Pensamiento Gonzalo no es sino la aplicación del marxismo-leninismo-maoísmo a nuestra realidad concreta; esto nos lleva a que específicamente es principal para nuestro Partido, para la guerra popular y para la revolución en nuestro país, subrayo específicamente principal. Pero, para nosotros, viendo la ideología en términos universales lo principal es el maoísmo reiterándolo una vez más”. En esos tiempos el Perú no vivía una guerra, ni estuvo en busca de su independencia; sino que el Perú estaba esforzándose por alcanzar la anhelada democracia, sin embargo, el “Presidente Gonzalo” llamó guerra popular a sus aspiraciones por llegar al poder, produciéndose una carnicería a nivel nacional.
Pocos sabían de las intenciones de un grupo que aún embanderaba de este tipo de pensamiento en el Perú. Se hacían llamar de izquierda y utilizaban como excusa la petición de amnistía general para todos los encarcelados por delitos de terrorismo, genocidio y violación a los derechos humanos; entre los cuales se encuentran los máximos líderes de la agrupación terrorista Sendero Luminoso, así como policías y políticos vinculados al mismo; después hicieron creer a los familiares de los prisioneros que reclamando la amnistía general todos saldrían en libertad, limpios de polvo y paja; inclusive, el ex dictador de los años 90, Alberto Fujimori Fujimori.  También, han salido a las calles a decir que los actuales terroristas encarcelados son prisioneros de guerra, por tanto, precisan, se les debería conceder la amnistía general, ya que las víctimas de las épocas de violencia habían caído en el fuego cruzado porque el Perú vivía una guerra interna y no a manos de Sendero Luminoso.
El argumento anterior era una excusa sin pruebas para que el Estado peruano dejara libre al genocida Abimael Guzmán, su máximo líder, ya que tal guerra interna, como ellos dicen que hubo, jamás existió en el Perú durante esos años. Y al no tener otro camino para lograr sus objetivos, decidieron crear el Movimiento por Amnistía y Derechos Fundamentales (MOVADEF), e inscribirlo como partido político para participar en las elecciones distritales, municipales y regionales; incluso en la generales, para que cuando llegaran al poder pusieran en libertad a los presos por terrorismo y subversión, pero no se percataron en algo muy fundamental: Los peruanos -incluyendo al autor de este texto que fue testigo directo de las épocas más viles- no olvidarán la violencia vivida en los años 80 y 90. Cometieron el error de camuflar el marxismo-leninismo-maoísmo-Pensamiento Gonzalo como línea ideológica en su estatuto; tal cual lo hacía Sendero Luminoso.
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Luego de haber sido rechazada la inscripción del MOVADEF como partido político por el Jurado Nacional de Elecciones, el 20 de enero del año 2012 deciden salir a la luz mediante una conferencia de prensa para denunciar los supuestos atropellos que ellos estarían viviendo porque se les negó la participación en la vida política del Perú y el derecho a la libertad de pensamiento.
Durante esa conferencia de prensa, el subsecretario del MOVADEF, Alfredo Crespo dijo lo siguiente: “¿Acaso los marxistas-leninistas-maoístas-pensamiento Gonzalo no tienen derecho a participar en la vida política del país? (…), pensamos que sí, desde que nuestro país se define como una república democrática, desde que nuestro país señala que el poder nace del pueblo, es el pueblo el que en las urnas decidirá, por eso consideramos que contra nosotros hay persecución por razón de ideas, eso es lo que se está dando, persecución por razón de ideas que nosotros denunciamos y que no vamos a permitir que se  nos excluyan de este derecho fundamental que como ciudadanos nos corresponde, derecho que se encuentra estampado en la Constitución Política del Perú, y que es producto de la lucha de nuestro pueblo (…)”.
Y cuando una periodista le hizo una pregunta sobre lo que dice el Registro de Agrupaciones Políticas del Jurado Nacional de Elecciones, que el Pensamiento Gonzalo atenta contra el principio democrático, Crespo respondió: “Para nosotros el Pensamiento Gonzalo hoy es democratización de la sociedad peruana, es solución política, amnistía general, reconciliación nacional; Pensamiento Gonzalo para nosotros es amnistía general para civiles, militares y policías; Pensamiento Gonzalo para nosotros hoy es que nuestro pueblo necesita una nueva Constitución producto de una Asamblea Constituyente que establezca los derechos fundamentales del pueblo (…)”.
A pesar de los cuestionamientos hechos por parte de autoridades y sociedad civil, el MOVADEF se niega tajantemente a dejar de lado el Pensamiento Gonzalo. Manuel Fajardo, secretario General del MOVADEF dijo al respecto: “Nosotros tenemos por norma y principio decir la verdad y planteamos Pensamiento Gonzalo porque es la aplicación del marxismo-leninismo-maoísmo en las condiciones reales y actuales del Perú – tal cual lo dijo en una oportunidad Abimael Guzmán (…)  todo está bien claro, no vamos a renunciar a nuestro pensamiento por estigmatizaciones que provienen de la prensa o de los sectores más reaccionarios (…)”. Y sin más remordimientos por los hechos violentos que causó el terrorismo dijo lo siguiente: “Nosotros respetamos el dolor de quienes fueron afectados por la guerra subversiva, también debería respetarse el dolor de quienes fueron afectados por la guerra contrasubversiva, hay 6000 fosas que aún están cerradas y eso no es hechura de la guerra subversiva. Ha pasado el tiempo y debe de resolverse porque hasta el momento tenemos miles de desaparecidos, familiares desaparecidos, expatriado, tenemos prisioneros políticos (…)”.
Para el MOVADEF,  el genocida Abimael Guzmán y líder de Sendero Luminoso durante los años 80 y 90, no es un terrorista encarcelado, sino un simple prisionero político. Y ensalzan este argumento: que en el Perú no hubo terrorismo, sino una guerra interna. Sin embargo, el informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) indica que el Pensamiento Gonzalo representaba la “línea y estrategia” del Partido Comunista del Perú – Sendero Luminoso (PPC-SL) y que así lo llamaban sus mismos miembros, que consideraban a Guzmán la “cuarta espada del marxismo”, después de Karl Marx, Vladimir Ilich Lenin y a Mao Zedong.
Con esa ideología, Sendero fue “el principal perpetrador de crímenes y violaciones a los derechos humanos” y “no tenía respeto a la vida”, según el informe. Este señala además a Abimael Guzmán como el “principal responsable de los crímenes y masacres perpetrados”, que causaron miles de muertes entre 1980 y 2000.

 http://revoluciontrespuntocero.com/movadef-fachada-de-sendero-luminoso-parte-1/

miércoles, 25 de junio de 2014

El Inferno de Dan Brown

Por Alejandro Alminco Ayala

“El profesor de simbología Robert Langdon se despierta en un hospital en mitad de la noche, desorientado y con una herida en la cabeza. No recuerda nada de las últimas treinta y seis horas. Ni cómo ha llegado hasta allí, ni el origen del macabro objeto que los médicos descubren entre sus pertenencias. (…)”. Este texto corresponde literalmente al extracto del párrafo que se encuentra en la contratapa del libro “Inferno”, la sexta novela publicada a mediados del año pasado por el polémico escritor estadounidense Dan Brown (Exeter, 1964), hijo de Richard G. Brown, un matemático ganador de varios premios científicos, y Constance, una organista de iglesia episcopal.
Dan Brown aparece en el terreno literario con su primera publicación titulado “La fortaleza digital” (1998), luego de varios intentos por convertirse en una estrella del pop, en la que fracasó estrepitosamente luego de haber grabado tres álbumes que no tuvieron la trascendencia esperada por el autor. Ya desde la aparición de su primera novela, Dan Brown fue presa fácil de los críticos que rechazaban al libro por tener errores en la información que vertía mediante su obra; una mezcla de ficción con la realidad. Posteriormente aparece su libro “La conspiración” (2001), con la cual el éxito empezaría a pisarle los talones, ya que ese libro había alcanzado la lista de los más vendidos durante ese tiempo. Pero dos años más tarde, con la publicación de “El código Da Vinci” (2003), Dan Brown lo que no pudo alcanzar con la música logra la fama mundial en el campo literario, gracias a la venta arrasadora de dicho libro que fue  traducida a más de 40 idiomas aproximadamente y superó la cifra de 70 millones de ejemplares vendidos en todos los países. Y que incluso en el 2006 la novela fue llevada al cine para beneplácito de los millones de lectores que había cautivado la trama protagonizado por Robert Langdon, el personaje inventado por Dan Brown que aparecería por vez primera en su libro “Ángeles y demonios” (2000) y que para muchos críticos se trataría del alter ego del escritor.
Como muestra de imponerse como uno de los escritores más populares de thrillers en el mundo, seis años después, Dan Brown logra publicar su libro “El símbolo perdido” (2009) que tampoco se salvaría de la apabullante crítica aún así por ser una de las obras menos populares. Algunos especialistas en simbología, arte, ciencia y religión; siempre tuvieron que escribir a raíz de cada publicación de este escritor estadounidense, debido a que de una y otra manera Brown intentó hacer que sus ficciones se conviertan en realidad. Siempre tuvo ese afán de mezclar la ciencia con la religión a través de símbolos causando furor en los especialistas, quienes decían que Dan Brown caía en graves errores históricos al momento de citar fechas, lugares o contextos en la cual pueda haber suscitado un determinado acontecimiento, mientras la respuesta de Brown a sus detractores no se haría esperar y diría lo siguiente: “Escribo por placer y los críticos tienen gustos distintos a los míos, así que nada puedo hacer". Incluso el reconocido escritor italiano Umberto Eco, fue un feroz detractor de Dan Brown, que al final, debido a la arrolladora popularidad de las obras de Brown, en una entrevista con la prestigiosa revista Paris Review, confesó cuando el entrevistador le preguntó que si había leído El código Da Vinci, a lo que Umberto Eco dijo: “Sí, soy culpable de haberlo hecho.”
En medio de tanta crítica y el escaso aumento de sus detractores, Dan Brown nos hace entrega de su sexta novela titulado “Inferno”, que pone en escena por cuarta vez a su personaje favorito, al tímido catedrático de simbología de Harvard Robert Langdon, inspirado en “La Divina Comedia” de Dante Alighieri. Los hechos se suscitan en el centro de Italia, Florencia, Venecia y Estambul; donde Robert Langdon se ve arrastrado a un mundo lleno de terror muy ligado a una de las obras de mayor trascendencia de la Literatura más importante, universal y misteriosa de la Historia: el Infierno de Dante. Así Langdon se enfrenta cara a cara con un adversario calculador y frio, con quien debe lidiar con un acertijo ingenioso en un espacio de arte clásico, y durante este proceso descubre pasadizos secretos y es empujado a ser testigo del surgimiento de una ciencia futurista que está a punto de cambiar el rumbo de la humanidad. Buscando ayuda en el temible y revelador poema épico de Dante, Langdon, se enfrenta al reloj en busca de respuestas y personas de confiar antes de que el mundo entero cambie para siempre.
Con esta obra, Dan Brown, aunque lo nieguen los críticos, se convierte en uno de los escritores que impulsó a que más personas se interesen por la temida obra literaria de Dante Alighieri, dándole un valor histórico y religioso e incitándonos a seguir descubriendo los símbolos que cada palabra contiene “La Divina Comedia”.
Portada del libro original de Inferno

lunes, 16 de junio de 2014

Gabo, el poder y la literatura*

Gabo, el poder y la literatura*
Al margen de sus simpatías personales, que le llevaron a anudar lazos de amistad con Fidel Castro, García Márquez sentía una apasionada curiosidad por el poder y una fascinación literaria por quienes lo ejercían.

— ¿No ves el séquito? Como el de los emperadores romanos.
Gabo señaló con la mano la polvareda que levantaba la comitiva, allí a lo lejos, a kilómetros de distancia de donde estábamos. Nos habíamos perdido en el camino a Tipitapa, en el departamento nicaragüense de Malacatoya, y caía sobre nosotros un sol de justicia aquel mes de enero de 1985. Durante casi media hora aguardamos junto al automóvil a que surgiera alguna señal o llegara alguien que nos indicara la senda. Hasta que finalmente, como en el poema de Rubén, vimos llegar, oro y hierro, el cortejo de los paladines. Más hierro que oro, a decir verdad. Le perseguimos para incorporarnos a él y desembarcar así a la vez que Fidel Castro en el ingenio azucarero que el líder cubano iba a inaugurar.
“Como los emperadores romanos”. Comprendí de inmediato la fascinación de García Márquez por el poder y se me quedó grabada esa imagen para siempre. “A ti lo que te pasa es que te gustan los dictadores”, le había dicho un día Omar Torrijos, quizás el gobernante con el que más afinidades y complicidades estableció. Pero al margen sus simpatías personales, que le llevaron a anudar lazos de amistad con Fidel Castro, como no dejaron de recordarle en vida, pero también con Bill Clinton o con Felipe González, Gabo, al igual que tantos otros escritores ilustres, sentía una apasionada curiosidad por el poder en ejercicio, fruto del compromiso político que desde muy joven había adoptado, y que mantuvo hasta el final.
Un día me llamó por teléfono y me pidió que le presentara a Adolfo Suárez, ya retirado de la vida pública. “Felipe me dice que es un personaje interesante”. “¿Quieres también conocer a Aznar? — le pregunté—, al fin y al cabo es el actual presidente del Gobierno”. “De ninguna manera —se apresuró a responder—, no me interesa. Ya me lo ofreció Clinton, después de que cenáramos en Martha’s Vineyard. Y me negué: ¿Sabes cómo le dije? I don’t like him. Para que lo tuviera claro”.
Con Adolfo Suárez hablábamos solo de política, el expresidente no parecía interesado en ninguna otra cosa
Quedamos con Adolfo a almorzar y él llegó al restaurante antes que nosotros. Cuando hice las presentaciones en medio de las disculpas por el retraso, le comenté: “Aquí tienes al autor de Cien años de Soledad, el Quijote del siglo XX”. “Te equivocas —me interrumpió el Nobel—, ese es el libro que va a aparecer dentro de unos meses”. Hablaba de El amor en los tiempos del cólera. Con Suárez establecimos un rito según el cual a cada visita de García Márquez a Madrid, comeríamos juntos los tres. Lo cumplimos reiteradas veces. Hablábamos solo de política, pues el expresidente no parecía interesado en ninguna otra cosa, y hablar de política es siempre hablar del poder: la ambición por conquistarlo, la manera de ejercerlo, el fracaso de perderlo.
Fue por lo mismo Gabo quien me recomendó la lectura de la biografía de Juan Pablo II, Su Santidad, escrita por Marco Politi: te apasionará, es un libro sobre el poder, me dio como toda explicación. De aquellas charlas, de tantas otras como mantuvimos, de la inevitable experiencia propia, llegué a la conclusión de que en realidad no es tanto que los gobernantes alcancen el poder como que este se adueña precisamente de ellos. Aunque en el caso de los emperadores romanos parecía diferente: gobernaban, guerreaban, administraban y se entregaban a los placeres de la vida todo a la vez. El imperio viajaba con ellos, lo mismo que la revolución lo hacía con Fidel Castro aquel mediodía ardiente de 1985.
Gabo se desternillaba de risa cuando Torrijos le puso de relieve su atracción por los dictadores, “pero por lo menos que sean de izquierdas”, se dijo a sí mismo. Para los de derechas escribió su anatema en El otoño del patriarca, inspirado en la figura execrable del venezolano Pérez Jiménez. Al fin y al cabo, todos o casi todos los escritores del boom latinoamericano tienen su propio libro sobre un déspota de su elección. La vecindad con los protagonistas del poder, con los personajes más que con sus políticas, es una constante en la biografía de muchos grandes escritores. La literatura misma es también una forma de poder, muchas veces más decisiva y demoledora que cualquier otra. El pulso entre Quevedo y Olivares dio con los huesos del primero en prisión, pero la influencia sobre la vida española del escritor ha sido históricamente mucho más relevante que la del Conde Duque.
Literatura y poder han ido con inusual frecuencia de la mano desde que reyes y emperadores ejercieran el mecenazgo y vates y poetas se dedicaran, a cambio, a ensalzar sus figuras. Lenin describió a los periódicos como los mejores agitadores u organizadores políticos que pudiera imaginarse y para nuestros contemporáneos el compromiso político o el servicio a su país han resultado siempre excusa o razón que justificaran el maridaje entre ambos mundos. En América Latina no es preciso remontarse a los ejemplos de Martí, Miranda, Bello, Sarmiento y tantos otros. Octavio Paz y Carlos Fuentes fueron embajadores, Vargas Llosa concurrió sin éxito a unas elecciones democráticas y el propio García Márquez se vio tentado, siquiera brevemente, de encabezar una coalición de izquierdas en Colombia.
Casi todos los escritores del ‘boom’ latinoamericano tienen su propio libro sobre un déspota de su elección
Pero Gabo no necesitaba de otros oropeles que los de su ingenio para influir en la sociedad que le rodeaba. Belisario Betancur, otro literato metido a gobernante, tuvo que explicarle a Reagan siendo ambos presidentes de sus países que García Márquez era un auténtico héroe nacional y que las dificultades que entonces arrostraba para obtener un visado de entrada en Estados Unidos suponían una afrenta para todos los colombianos. No hay probablemente en toda la historia de Colombia nadie que haya recibido un reconocimiento tan explícito como él.
Los pueblos necesitan algún tipo de épica que los movilice, incluso si se trata de una épica de la destrucción. Los creadores y artistas son los encargados de construirla. García Márquez, junto con los escritores del boom, fue el responsable en gran medida de que los ojos del mundo volcaran su atención en la década de los setenta sobre las venas abiertas de América Latina, para usar las palabras de Eduardo Galeano. Gabo explicó muchas veces que su amistad con Fidel comenzó precisamente por “la convicción de que hay un camino latinoamericano que se puede encontrar. Castro abrió una gran brecha en ese sentido”. Luego las afirmaciones políticas, los acuerdos y las discrepancias dieron paso a una relación personal estrecha. García Márquez lo relataría así: “Dicen que soy un mafioso porque mi sentido de la amistad es tal que resulta un poco el de los gánsteres; por un lado mis amigos y por otro el resto del mundo. La fama da acceso prácticamente a la posibilidad de toda clase de amistades y los jefes de Estado no se escapan. Con unos quedan los lazos y con otros no. La amistad se establece por ciertas afinidades humanas o literarias. En Cuba encontré una conciencia de los problemas latinoamericanos, de la necesidad de una unidad de acción en América Latina. Luego desarrollé mi amistad con Fidel Castro que siguió otro rumbo, inclusive divergente del político: donde empiezan los desacuerdos de ese género comienza otro tipo de afinidades humanas y de comprensión de la situación cubana”.
El recordatorio de esta explicación, que me hizo en su día para que se publicara, es más que pertinente en las horas que corren, cuando permanece el duelo por su pérdida y las gentes se interrogan por cómo fue en verdad su vida. Pero hoy no puedo dejar de pensar, evocando la imagen de la campiña nicaragüense y las nubes de polvo levantadas por el cortejo oficial de los rebeldes, que a la postre era sobre todo la fascinación literaria del poder lo que justificaba las relaciones de Gabo con quienes lo ejercían. Como redivivos emperadores de la antigua Roma.
*Juan Luis Cebrián es presidente de EL PAÍS y miembro de la Real Academia Española.