Por
Alejandro Alminco Ayala
Escribo
estas líneas sin ceñirme a ningún guión direccionado, y sin usar alguna
bibliografía. Me enfrento a esta hoja en blanco, con la mesa vacía, sin ningún
recorte periodístico de la cual a veces solemos apoyarnos los que usamos las
letras para expresarnos. Escribo estas líneas con el corazón muy sentido y
lleno de pesar, con los ojos húmedos que es inevitable parar estas lágrimas. A
penas prendí el televisor para ver el noticiero de las 10 de la noche del canal
4, la noticia de la muerte de uno de los escritores más grandes que revolucionó
la literatura latinoamericano era la información exclusiva. El hombre que dio
vida al realismo mágico nos había dejado. El literato que supo inmortalizarse
al escribir su obra cumbre Cien años de
soledad, que le dio tribuna para hacerse en 1982 del Premio Nobel de
Literatura se había ido así como muchos otros que nos dejaron un mes de abril, un mes bien llamado como el
mes de las letras.
Soy
consciente que es muy necesario aceptar este ciclo de vida a la cual todos
estamos condenados, pero la muerte de alguien a quien se admira con el corazón
y el alma causa un dolor insoportable difícil de aliviar. Lo he leído y seguido
muy de cerca. He sido así como muchos en el mundo alguien que siempre estuvo
atento a sus publicaciones. A sus declaraciones. A sus viajes. A todas esas
cosas que como escritor siempre solía realizar.
Como
olvidar aquellos momentos cuando en mis tiempos de soledades, tristezas y
sueños por salir de este mundo imperfecto decidía zambullirme en sus libros
como La Hojarasca, El coronel no tiene quien le escriba, El
amor en tiempos de cólera, Crónica de
una muerte anunciada y otros más, con el fin de emprender un viaje largo
por esas páginas llenas de imaginación que me alejaban del cansancio, el estrés
y el ruido de las calles.
Ahora
Gabo ya no está, ya no seguirá sorprendiéndonos con más historias de su mundo
mágico.
Solo
me queda observar su nombre y su rostro en algunos pocos libros que logré
adquirir durante todo este tiempo. Ahora solo me toca repasar y sumergirme en
las constantes vivencias que nos dejó como ejemplo, ya sea en el campo
literario, periodístico y hasta en lo político. Una vida llena de humildad,
lleno de sabiduría y con su siempre valentía de decir las cosas sin pelos en la
lengua. Mi admiración fue y es tan inmensa que poco me importaron las críticas
que muchos políticos e intelectuales solían hacer de él, por el tan solo hecho
de mostrar su respaldo acérrimo al ex presidente cubano, Fidel Castro.
Gabriel García Márquez |
Gabriel
García Márquez, el querido Gabo, fue un intelectual a carta cabal que sabía
cantar el vallenato de su país Colombia. Quien se convirtió en el segundo
escritor más aclamado de la lengua castellana luego de Miguel Cervantes
Saavedra, pero no fue un salto de la noche a la mañana; tuvo que luchar y
hacerle frente al pesimismo y el fracaso. Hasta luego, querido Gabo.
Huánuco,
17 de abril del 2014