Por Alejandro Alminco Ayala | @Nobelalmerth
Estoy ahí, sentado en
esa misma equina de siempre, donde solíamos encontrarnos tú y yo; estoy
esperándote como siempre te esperaba con la mirada puesta por esa calle por
donde tú siempre aparecías tan linda, tan bella y tan esbelta.
Estoy recordando esos
momentos tan fugaces de nuestras vidas. Esas pocas noches de nuestra
confidencia bajo ese mismo cielo donde ahora seguramente tú estas con él. Él, a
quien tú le hablas al oído diciéndole con susurro lo mucho que le amas; pero a
la vuelta de la esquina vienes a mi encuentro mostrando el movimiento de tus
caderas.
Si te tuviera en
estos momentos junto a mi te recordaría sin egoísmo que fui yo quien te enseñó
a besar otros labios. Esos labios prohibidos. Esos labios que se desgastan en otros
labios. Que fui yo quien te enseñó hacer el amor sin remordimiento.
Y ya debes saber que
aún te recuerdo. Tal vez con añoranza, o no sé. Ni siquiera sé si debo desearte
suerte o debo odiarte; o debo seguir amándote con tanta vil torpeza.
Sé que aún vendrás.
Pero antes que lo hagas quisiera que le digas a él con ese mismo susurro que
vendrás a encontrarte conmigo. Me río, sí, me estoy riendo a ciegas, pensando
en la cara que pondrá al escuchar de tus labios decir: “Ya vuelvo amor, iré a
encontrarme con él”.
Se hace larga esta
espera. Grito tu nombre en silencio. Los viandantes me miran de reojo y yo sigo
ahí, adivinando que tal vez te asomarás por esa misma esquina de siempre.
Intento venir a darte
alcance, pero no sé donde estarás. Aún sigo ignorando si realmente tú vendrás.
Ahora estoy
recordando aquella noche cuando besé tus labios por vez primera, tú pusiste
resistencia; pero ahora que el tiempo ha pasado yo te abrazo desde atrás por la
cintura y tú coges mi mano y no la sueltas, mientras nuestro muslos van
tocándose sin sospecha alguna.
Sigo sin entender qué
es lo que me mueve a amarte, a buscarte, a desearte, a pronunciar tu nombre
durante mis sueños largos.
Te he escrito en
muchas ocasiones. Es ahí donde dejé grabado cada detalle de ti que me encanta y
me hace perder los sentidos y el orden que debo seguir al escribirte.
Hoy es noche de luna
llena y verás que también he de escribir esta tu tardanza, tu ausencia;
esperando que me disculpes por lo desordenado que soy. Pero aún no sé si tú aún
vendrás, mientras yo seguiré esperándote en esta misma esquina de siempre.
Fuente: Internet |